Cada bosque tiene su energía particular, en unos entras y te
sientes danzar junto a hadas y unicornios, en otros te ves correr entre indios
y lobos. En esto influye el Deva que lo habita y todos los espíritus que lo
asisten. Cada roca, cada flor, cada especie de árbol, cada animal que en él
mora, tiene un mensaje que transmitirnos, una historia que contarnos, una
leyenda que recordarnos.
Penetrar en un bosque es permitir que la magia inunde todas
las células de tu cuerpo, es sonreír a cada paso, descubrir hechos extraordinarios,
dejarte mecer por el murmullo de seres imaginarios, sorprenderte llegando a
emocionarte, y esto es lo que a mí me ha ocurrido hoy.
He iniciado el camino montaña arriba sin saber cuál sería mi
destino. A unos ochocientos metros algo dentro de mí me ha incitado a girar a la
izquierda y a subir por un montículo de tierra que me ha llevado a un pequeño
llano en forma de círculo rodeado de arbustos y de una pequeña encina. Tras él
un largo muro de piedra separaba el diminuto espacio sagrado de un gran pinar
donde imponentes seres iban a ser testigos de un pequeño y extraordinario
suceso.
No me ha había dado tiempo de enderezarme al acabar de
trepar el pequeño cerro, cuando una gran mariposa Reina ha venido a mi
encuentro realizando giros a mi alrededor, como queriendo cercionarse de que yo
me hubiese percatado totalmente de su inesperada presencia. Era de un rojo intenso
con los bordes de las alas negros y chispitas blancas que moteaban de luz su frágil
cuerpo.
En poco más de un minuto se ha posado ante mí, ahora en una
hoja de la encina, ahora en el suelo, seguidamente en un rosal silvestre, y
vuelta a empezar, pero sin salir en ningún momento del sacro lugar; hasta que
con una sonrisa radiante en mi rostro, le he preguntado: me estas invitando a
jugar contigo?
Entonces una pequeña corazonada me ha sugerido que me
sentase en el pequeño círculo, que cerrase los ojos y me dejase llevar por la
fantasía de que vendría a posarse sobre mí. No es la primera vez que me ocurre
algo sorprendente, así que no tenía nada que perder.
No había realizado más de seis u ocho respiraciones
profundas cuando inexplicablemente he ESCUCHADO el sutil aleteo de sus alas girando
en torno a mí, y acto seguido la levedad de sus diminutas patitas
posándose sobre mi hombro. He abierto los ojos sin mover absolutamente ni un
ápice de mi cuerpo y por el rabillo del ojo la he visto ahí acomodada, calmada, elegante,
amorosa, segura,; mi aura le había susurrado desde el primer momento en
que me vió que ya nos conocíamos, que la considero la guardiana del lugar, que
frecuento muchos rincones de la zona, que soy amiga de los seres del bosque y
que vibro con su misma energía.” LA TIERNA ENERGÍA DEL CORAZÓN”.
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